Las cenizas de Ángela, una infancia irlandesa

3. Un libro que se convirtió en película

Las cenizas de Ángela, una infancia irlandesa (Les Cendres d’Angela)
Frank McCourt
Pocket
ISBN 978-2-266-20527-6
539pp

Paris, 22 de diciembre 2015

Este libro lo elegí porque hace mucho vi la película y me gustó mucho, tan es así que aún tengo imágenes grabadas en mi memoria. Así que cuando descubrí que era un libro en una de esas tantas listas de los libros que tienes que leer, no dudé en hacerlo.
Normalmente no cuento la historia de los libros que leo, pues son tan conocidos que todo mundo sabe de lo que hablan. Pero no sé si Las cenizas de Ángela sea conocido o no, así que dejo en palabras del autor este cometido: Cuando pienso en mi infancia, el solo hecho de haber sobrevivido me sorprende. Claro que fue una infancia miserable: una infancia feliz no vale la pena que uno se detenga. Peor que la infancia miserable ordinaria es la infancia miserable en Irlanda. Y lo peor es la infancia miserable en Irlanda católica.
Creo que esta simple frase ayuda a comprender de lo que trata el libro en una forma muy simple. En realidad lo interesante de este libro es saber que ese niño es el autor y que todo lo que vivió le permitió ser el hombre que fue. En algunos lugares leí que Frank McCourt exageró quizás un poco la historia, yo diría que más bien la convirtió en novela, una novela que ganó el premio Pulitzer en 1997.  Porque al principio no entiendes como alguien que viene de medios tan pobres llegó a escribir  una novela tan apreciada en Estados Unidos. Pero conforme se avanza en la historia, uno comienza a darse cuenta que a pesar de su pobreza siempre estuvo rodeado de libros, que la lectura era algo que él siempre amó. Que siempre encontró personas en su camino que lo motivaban a ir más allá de lo que se esperaría para un pobre chico irlandés. Y que a pesar de recibir una educación católica muy estricta había profesores que le decían: Ustedes tienen que aprender a estudiar para construir sus propias ideas sobre la historia y el resto, porque es imposible mientras el espíritu está vacío. Entonces, mueblen su espíritu, muéblenlo. Es la casa que protege su tesoro y nadie en el mundo puede meterse en el interior… su espíritu es su casa, y si la llenan de muebles traídos de cines, se echará a perder en su cabeza. Pueden ser pobres, sus zapatos pueden dar lástima, pero su espíritu es un palacio.
Eso es algo que me recordó mi educación, la fuerte presencia de la religión en la vida. Lo que está bien y mal esta dictado por la iglesia. Todo es pecado y solo hay que vivir para agradecer a Jesús lo que hizo por nosotros. A mí me sorprendía ver a Frank ir siempre a la iglesia y rezar con San Francisco de Asís, nunca perder la fe a pesar de las adversidades. Y eso va ligado al hecho de que Frank describe todo lo que le pasaba con ojos de niño, con la inocencia que caracteriza a un niño. Que en lo personal me pareció difícil de creer que pudiera guardar esa forma de ver la vida con todo lo que pasaba a su alrededor. Para mí un niño en esas circunstancias es obligado a crecer y madurar antes de lo previsto. Entonces el personaje de Frank me pareció un poco irreal, como que le falta algo, hasta que llegas a los 14 años y él se vuelve más humano.
Tal vez es muy pronto para que conozcan mis gustos en libros, pero como dice mi esposo, entre más horrible sea la desgracia del ser humano más me gustan y tiene razón. Me encantan los libros con personajes llenos de traumas existenciales, vicios, hambre y desgracia (es por eso que adoro a Emile Zola y Michel Houellebecq). Ahora me doy cuenta que no es que me gusten las historias horribles, más bien me gustan los personajes complejos que pelean entre el bien y el mal. Que tienen respuestas humanas y por lo tanto yo puedo identificarme con ellos. En ese sentido, este libro me pareció un poco desabrido. Como que le falto sal, porque lo importante no es contar desgracias sino saber contar historias.


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