El problema de la página en blanco


Hace algunas semanas terminé de leer Charlotte de David Foenkinos y a pesar de que me había propuesto escribir sobre los libros que leía, este libro no me inspiró nada. Escribí dos o tres versiones para el blog, intenté hablar de por qué siempre me ha interesado la segunda guerra mundial, de los daños colaterales del nazismo o simplemente de la historia de amor. Sin embargo una versión era peor que la otra, aburrida, lenta, sin pasión. Hoy creo que es el mismo reflejo del libro, del cual solo me quedó marcado una crítica literaria de “L’Obs” que me hizo reír y pone en mejores palabras lo que yo pensé de ese libro. Sé que a mucha gente le gustó el libro y hasta ganó el premio Goncourt de liceos y el Renaudot en 2014,  pero para mí solo fue un libro más.
Justo en ese momento de desesperación de la página blanca, comencé a leer La verité sur l’Affaire Harry Quebert de Joël Dicker. Así durante unas semanas estuve en silencio, absorbida por el libro, pensando, esperando, sospechando. Para quienes hayan leído el libro recordarán que comienza con la explicación de Quebert a su discípulo Marcus Goldman sobre cómo escribir el primer capítulo de un libro. Quebert sugiere que desde el primer capítulo el escritor debe conquistar al lector. Debe capturarlo y darle ganas de continuar hasta el final. En todo caso este libro lo logró conmigo.
La verité sur l’Affaire Harry Quebert es un libro dentro de otro libro. En pocas palabras, Goldman es un escritor con el problema de la página blanca después de haber triunfado con su primer libro. Bajo presión por escribir el segundo, recurre a su viejo maestro de universidad Quebert para recuperar la inspiración. Sin saber que en ésta búsqueda encuentra más de lo que esperaba.  
Pudiera contar más sobre el libro, pero creo que es algo que se tiene que ir descubriendo poco a poco. Solo puedo decir que para mí fue un viaje en el Estados Unidos profundo como el descrito por Truman Capote en A sangre fría, en una ciudad que pareciera salida directo de una pintura de Edward Hopper. Donde una historia de amor al puro estilo de Lolita de Vladimir Nabokov (Lo-li-ta, como N-O-L-A) cambia el rumbo de toda la ciudad y alborota a toda América. El libro te lleva de una sorpresa a otra y cuando crees que has entendido todo, hay nuevas cosas que pasan que cambian todas tus teorías. Pasas de amar a detestar los personajes y nunca llegas a conocerlos completamente. La historia juega con tu salud mental durante 800 páginas y es hasta el último capítulo que entiendes todo. Como si el escritor quisiera darte la puñalada final, así como le dice Quebert a Goldman en su consejo número 1.
Hay dos preguntas que perturban a Goldman: ¿cómo sabes que un libro se ha terminado?  ¿Cómo saber que es un buen libro? Quebert le responde que un libro nunca se termina, creo que tiene razón pues se queda en la memoria del lector, intentando entender, asimilar y pensar qué pasó después. Por otra parte, un buen libro es “aquél que el lector cierra al terminar, ve la portada, recuerda todo los momentos pasados juntos y comienza a extrañar los personajes que se quedan en él”. Simplemente no podría estar más de acuerdo. 

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